AGUA QUIETA
Mi vida gravita esparciendo su vacío
como agua quieta,
volumen de densa niebla que detiene
el peso de una inmovilidad pútrida;
ni rastro de pájaros entonando su alabanza,
una costra turbia de gris ronco,
de restos vegetales e insectos,
y en días azarosos de infancia,
una irisación,
un perímetro ínfimo de luz,
que anima la ilusión del movimiento;
mi vida llama en su estatismo firme a su fondo,
envenena su canto de alondra de pozo
y nada espejeando su ausencia
entre el pundonor del sol,
pausa voraz cavando un hueco
que colma una infinitud morada y muerta.
2017
Rafael Escobar Sánchez.
Perteneciente al poemario “Sino a quien conmigo va” (2017), es un texto que, a diferencia de otros, no parte de referentes librescos ni artísticos sino de la observación directa de la naturaleza. Remite al tópico del agua estancada como metáfora de la muerte y quiere unir la corrobación de lo extinto (esa “costra” hecha con restos de seres vivos) con la, voluntariosa aunque débil, posibilidad de aún envolverla con fantasía y magia (agua en que se “irisan” colores…como en los charcos de gasolina). Nunca fui modernista ni especial fan de los barroquismos parnasianos de Rubén Darío y su obsesión por lo cromático. Pero la nota final de color en este poema (la “infinitud morada”) me resulta imprescindible para su sentido… y el cuadro de María Luisa la recoge fielmente.